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Rendirse a la experiencia de la vida

Nada es tan terrible, nada es tan importante, nada es tan dramático.


Escucho un reel de @pablofloresastrologo en el que comparte una información con la que resueno. Una vez más me lo tomo como una confirmación de aquello que estoy sintiendo yo durante toda la semana. Se activó una montaña rusa emocional en la que tuve oportunidad de que se mostraran y magnificaran mis miedos más profundos y, al igual que él nos comenta, lo tomé como una oportunidad ¿y si esta intensidad fuera una invitación a observar tus sombras en lugar de huir?

Es tiempo de mirar a los ojos a esos grandes miedos que estoy sintiendo y no huir de ellos.


¿Qué me están mostrando?


Hoy me he dado cuenta de que es otra confirmación a lo que he estado sintiendo durante estos últimos días. Se ha hecho evidente una intensidad un tanto abrumadora, la manera de poner atención a aspectos que me han acompañado a lo largo de mi vida y que ahora es tiempo ya de experimentarlos de otra manera, si, comprenderlos desde el punto en el que me encuentro ahora.


La serenidad es mi principal virtud, mi herramienta a través de la cual siento y tengo la capacidad de experimentar la mejor versión de mi vida. Es como si las gafas a través de las que he estado relatando mi historia tuvieran ahora la oportunidad de cambiar sus cristales por otros más nítidos, como cuando vas al oculista y te prueban diferentes lentes hasta que logras enfocar según las necesidades de tu visión. Y estos nuevos cristales, en lugar de estar impregnados de sufrimiento, carencia y pequeñez, abren el paso a una película que invita a vibrar en la frecuencia que te acerca a la magnificencia de la vida, a la serenidad y a la confianza de que todo es perfecto tal como es. Una rendición profunda, como una gran reverencia ante aquello más grande y místico que nos envuelve y nos acoge.


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Hoy tengo la oportunidad de revisar el timón con el que dirijo el rumbo de mi vida, una vez más, donde el eco del sufrimiento y todo aquello que me arrastraba a la desconexión y a la sensación de limitación se ha liberado. Agradezco a los flecos de esa vieja experimentación que vinieron a visitarme, recordándome que las dos caras —luz y sombra— son parte de una misma moneda, y que la clave está en integrarlas con amor, pues no puede existir una sin la otra.


Siento que mi vida transita por un cambio de línea, un desplazamiento en el punto de origen desde donde deseo seguir experimentándola, recordándome a mí misma en movimiento, como en esa danza de traslación que realiza la Tierra. Hoy doy las gracias a esa terquedad y a ese sufrimiento disfrazado de control que me han acompañado, y que he sentido de una manera tan intensa e interesante. Comprender que están en mí y que forman parte de mí es lo que me está ayudando a ver que la vida también es pasión, transformación, alegría; y que todos los aspectos conviven, formando parte de un todo.

Desde esta nueva mirada, puedo presenciar el sufrimiento en otra persona sin que su dolor me arrastre o me atrape. Puedo caminar junto a su sentir desde la serenidad de mi centro, ofreciendo mi acompañamiento, pero sin perderme en él.


Me gustaría dar las gracias a esa manera, un tanto espinosa, con la que he recorrido mi vida, donde el encogimiento, el inmovilismo y la congelación fueron las herramientas que conocí para protegerme del daño que sentía que me acechaba por todas partes, probablemente acentuado por mi gran sensibilidad. Me desplegué desde el no sentirme entera, desde la pequeñez y desde los pedacitos que temblaban dentro de mí.


Ahora que siento la confianza como un halo que me llena y me invita a respirar de manera más serena y consciente, ahora que observo mi entorno como pistas que me señalan mi propio camino, reconozco una prueba más de la confianza que he cultivado en mí. 

He descubierto que mi felicidad estaba condicionada por lo que pudiera pasar fuera de mí, en el otro. Una parte de mí aún buscaba a esa figura de autoridad —fuera madre, padre, jefe, entidad o cualquier otro—, como si necesitara su permiso para disfrutar de la vida... un tanto limitante, ¿verdad?


Ahora es el momento de darle la vuelta y tomar esta oportunidad, porque he comprendido que el otro puede ser un espejo que refleja el sufrimiento que también forma parte de mí. Más allá del camino de cada uno, de los aprendizajes y pactos que hayamos elegido —o no— para vivir en este mundo, lo verdaderamente importante es cómo elijo vivir yo la experiencia que comparto y convivo.



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¿Qué parte de mi se esta despidiendo e integrando como el eco de ese recuerdo?


En ese recuerdo, está la idea de la niña que creyó que sólo podía experimentar el amor y el placer de vivir a través de la alegría de los demás. Si veía a mi madre feliz, yo me daba el permiso de serlo. Si veía tristeza en el otro, me quedaba helada, inmóvil, y abortaba cualquier movimiento que desplegara hacia la vida, pues así era más seguro continuar viviendo. Así no podía hacer daño a nadie. Me quedaba en mí; era más seguro para el mundo, y aún siento cómo se me corta la respiración.


Hoy comprendo que el exterior me estaba mostrando la profunda necesidad de aprender a honrar mi propia alegría sin condicionarla al estado emocional de los demás. El mundo reflejaba esa parte de mí que aún creía que debía sacrificarse para ser aceptada, que debía detenerse para no incomodar. Aprendí que puedo darme permiso para existir plenamente, para moverme hacia la vida incluso cuando el entorno no sea perfecto. Que mi felicidad no daña; que mi expansión no es una amenaza, sino un acto de amor hacia mí misma y hacia la vida.


Hoy elijo vivir mi vida sin pedirle permiso a nadie, en coherencia con quien soy. Me despido de esa lealtad inconsciente al sufrimiento y abrazo la libertad de ser quien verdaderamente soy, aunque otros estén atravesando sus propios procesos. Integro la sabiduría de que mi ser auténtico es medicina, no carga. Y que respirar y avanzar es, también, una manera de honrar al amor que siempre estuvo allí, incluso cuando no sabía nombrarlo.

Siento que mi vida atraviesa un tránsito profundo, similar al movimiento de traslación de la Tierra… y que más allá de desplazarme, cada paso que doy me abre a una mayor amplitud de mirada, de conciencia, de posibilidad. Mi punto de referencia interno —ese lugar desde donde elijo vivir y crear— se está transformando. Ya no parte de los viejos mapas conocidos, sino de un espacio más amplio, más libre, más luminoso.


Como la Tierra en su eterno danzar, yo avanzo en mi propia espiral en este vuelo hacia una mayor expansión. No hay prisa: solo la confianza serena y plena de que todo se revela a su debido tiempo.




Vilassar de mar, 4 de Mayo de 2025

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