De una pasión que exige muerte a una pasión que celebra vida
- silviandreun
- 27 abr
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El jueves fui al Teatro Victoria de Barcelona a ver la obra musical Mar y Cielo, muy conocida en la literatura catalana desde hace más de 20 años. Escrita por Àngel Guimerà y puesta en escena por Dagoll Dagom, narra la historia trágica de amor entre Blanca y Said, que viven en medio de dos mundos enfrentados: los moriscos y los cristianos, durante el año 1609.
La obra pone en relieve la pasión y el amor que surgen entre ellos a pesar de las diferencias culturales y religiosas. La intolerancia social y religiosa promovida por el rey Felipe III, a raíz de la expulsión de los moriscos, hace que su amor termine en una gran tragedia.
Esta pasión llevada al límite me invita, una vez más, a reflexionar sobre esa unión entre amar y morir que tantas veces se ha entrelazado. La obra muestra cómo la pasión, cuando no encuentra un cauce sereno para expresarse, se convierte en tragedia, como si el amor solo pudiera ser "real" si es también desbordante, imposible, totalizador hasta aniquilarse.
Reflexiono sobre la asociación que alguna vez construí: una idea quizá mal interpretada o cargada de una connotación sesgada, que me ha llevado a no ser consciente de otras formas de movimiento y expresión ante la vida.
¿Qué me “apasiona” en mi día a día? ¿A qué asocio la palabra “pasión”?
Más allá de darme cuenta de que esta palabra existía, para mí sin brillo, la sentía neutra y sin vida. Era como mirar algo sin poder verlo de verdad: percibía la vibración de la palabra, pero algo en mi interior hacía que rebotara, impidiéndome sentirla plenamente en el corazón.
Ahora mismo, tan solo por ponerle atención y estar escribiendo sobre ello, siento una profunda relajación en mi interior, como si estuviera reescribiendo una línea de tiempo.
La atención, como poderosa herramienta “desatascadora”, no necesita hacer mucho más: no empuja, no lucha. Simplemente mira con amor y presencia. Es como sentarse junto a un lago agitado: si permaneces quieta y atenta, la superficie se calma por sí sola.
Al poner atención a mi antigua idea de la pasión —sin rechazarla, sin pelearme con ella—, permito que ese viejo nudo de sacrificio y dolor se afloje, abriendo espacio así para algo nuevo.
La palabra pasión la recibí de la mano a la idea del sacrificio, sintiendo que me podría llevar hasta muerte, como la pasión de Cristo o como esos amantes que, por amor “verdadero”, mueren.
Esa fue, durante mucho tiempo, la manera en la que comprendí el amor: algo ruidoso, escandaloso y vistoso. Como que todo lo hecho con amor, y más allá de la parte de relación de pareja, tenía una puesta en escena dramática, voluptuosa, ruidosa, trágica, grandilocuente.
Vivir la pasión desde el sacrificio es experimentar cómo el amor, el deseo o el impulso vital se vuelven excesivos, desbordados o dolorosos, hasta el punto de hacer que me perdiera a mí misma en nombre de lo que anhelaba.
Crecí con la idea de que el sacrificio era la expresión del amor; que cuanto más me sacrificaba por el otro, más demostrabas que lo amabas, comprometiéndote a permanecer ahí, incluso cuando ese sacrificio comenzaba a herirte, hundirte hasta desaparecer. A la vez te elevaba como en una autopista hacia el cielo, buscando la aprobación de esa malinterpretada autoridad más grande que estaba fuera de mi.
La intensidad del daño, paradójicamente, hacía que el lazo se sintiera aún más profundo, atándome a un sentimiento que me encadenaba a ser una versión de mí que no era la auténtica. La validación en formato eso “esta bien” venia de la mano si era conseguido con lucha y esfuerzo. Ahora lo siento desde otro lugar, muy diferente dando valor a mi recorrido en constancia, presencia, auto responsabilidad y automaternaje.
La educación religiosa que recibí reforzó esta creencia, llevándome a confundir pasión con sufrimiento: parecía que quien más padecía, recordando el dolor de Cristo en la cruz, era quien más amaba. El sacrificar mi propio bienestar, la salud, la alegría, e incluso la vida interior, en aras de un ideal, una causa, un trabajo, una persona. Me agotó, me perdí y un vacío tomo un gran lugar en mi interior durante muchos años de mi vida.
¿Quién dijo que amar significa perderse, sufrir, sacrificarse hasta desaparecer? ¿De quién fue esa idea? ¿De verdad el amor debe doler para ser verdadero?
Elegir el amor desde otro lugar: mi nueva elección
Hoy elijo transformar mi interpretación de la pasión en una expresión de luz, entusiasmo, fragilidad y sutileza, donde menos, es más. Sé que es posible amar profundamente, con toda la belleza y la fuerza del alma, y aun así vivir, respirar, crear y ser libre.
Estoy eligiendo sanar la antigua forma de amar: aquella que confundía intensidad con sufrimiento. Sin renunciar a la profundidad de mi sentir, decido ahora expresarlo desde la vida, la alegría serena y la delicadeza del entusiasmo que brota desde mi interior.
Quiero que la pasión sea, a partir de ahora, una danza de luz, una llama suave, un susurro de alegría. Una fuerza que nutre sostiene y expande, en lugar de consumir energía.

Un paseo por la playa, un baño de mar, una mirada cómplice, una conversación, un silencio solitario o un estoy aquí contigo sin volverme a perder en la mirada en el otro. Sabiendo que lo más importante es atender todo aquello que pasa en tu cuerpo para reconocerlo y desde ahí sentir el siguiente movimiento.
Prestar atención a lo que emerge en cada instante, sabiendo que el futuro será la expresión de cómo nos hayamos atendido momento a momento, es algo que, en mi caso, me ha llevado media vida a comprender.
Hoy siento que, al fin, empiezo a respirar dentro de esta nueva sensación: una sensación que libera, que suelta, que confía...y en la que atisbo la semilla de la creación.
Y como expresa Rumi en este poema:
"La forma de amar es ser un alma viva.
Disuelve toda dureza interior.
Sé como el agua que fluye suave y clara.
No busques al amor afuera de ti, sino deja que brote desde tu propia alegría.
Cada instante es una puerta secreta, una llamada silenciosa a celebrar la vida.
Ama, y sé como el sol: dando luz sin pedir nada a cambio."
Vivir con pasión es rendirte al flujo de la vida, como una hoja llevada por el viento, sabiendo que todo es parte de un amor más grande. Es permitir que cada nota de esta gran sinfonía nos atraviese, recordándonos que, al igual que la música, la vida se siente en lo más profundo, nos mueve, nos transforma y nos abraza con su infinita belleza.
André Rieu - You Raise me Up
Gracias vida por darme la oportunidad de descubrir estos placeres desde un lugar de paz y serenidad.
Vilassar de Mar, 27 de Abril de 2025




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