top of page

Abandonarme en el intento de ser comprendida

Cuando la búsqueda de comprensión se vuelve abandono,

Un viaje íntimo hacia el límite donde por fin dejamos de mendigar amor y empezamos a habitarnos


"Tal vez he pasado de querer ser comprendida a mendigar comprensión. Y esa mendicidad tiene un precio: mi propio abandono."


Hoy leí una frase que me atravesó como un rayo silencioso:

“Cuanto más intensos sean vuestros problemas, más fáciles serán las soluciones.”


Al principio no supe por qué resonó tanto. No me convencía su lógica… y sin embargo, algo muy profundo en mí —una niña que aún recuerda— dijo “ahaa”.

No fue una respuesta mental. Fue corporal. Como si una comprensión largamente guardada en mi interior finalmente se diera permiso para salir a la luz.


Un instante después, otra frase emergió con total nitidez:

“Me he estado abandonando en el intento de ser comprendida.”


Y entonces todo se unió.


Porque tal vez ese “problema intenso” del que habla la primera frase… era yo misma.

Era esta forma de vida en la que, durante años, he sacrificado mi centro para obtener algo tan básico como ser comprendida.

Y cuanto más hondo calaba esa necesidad, más me desdibujaba.

Más me agotaba intentando explicar, justificar, traducir mi mundo interior.

ree

 Hasta que ya no quedó otra que mirar el núcleo del problema:


Mi propio abandono.

Durante mucho tiempo viví atrapada en lo no dicho.

Fui esclava de una imagen de “niña buena”, la que no incomoda, la que se adapta.

Creía que si callaba lo suficiente, si era amable, si contenía toda la agitación interna… alguien, algún día, me comprendería.

Quizás por telepatía. Quizás por magia.


Pero mi cuerpo sí hablaba.

Mi garganta, desde pequeña, era un canal bloqueado por el dolor. Infecciones constantes, amígdalas inflamadas, semanas sin voz.

Mi cuerpo expresaba lo que yo no me atrevía a decir.


Paradójicamente, esas enfermedades me traían presencia.

Mi madre se acercaba más cuando había un riesgo real. Y yo, sin saberlo, aprendí a vincular el malestar con el afecto.


Hoy reconozco con asombro que siempre llevé dentro una inmensidad emocional que nadie podía traducir por mí.

Y ahora comprendo: no era cuestión de explicarme mejor, sino de dejar de mendigar comprensión.


Pasé de callar para ser querida… a explicarme en exceso para ser entendida.

Como si las palabras pudieran reparar el silencio de años.

Pero ya no. Algo ha cambiado.


Hoy lo veo reflejado en un vínculo concreto.

Una persona cuya forma de ser —evitar el conflicto, no poner límites— me desconcierta.

Siento que se diluye tanto en el otro que desaparece. Y yo, al percibir eso, me esfuerzo por ser aún más clara…Pero no hay eco. Y eso me confronta.


Entonces me pregunto:

¿Qué parte de mí se refleja ahí?

¿Dónde soy yo la que se disuelve para evitar el conflicto?

¿Cuántas veces me desconecto de mí en el esfuerzo por ser comprendida?


Y ahí está la clave.

No se trata de que el otro cambie.

Se trata de no seguir abandonándome a mí misma en nombre del entendimiento.

Puedo decir, con claridad amorosa:

“Cuando te siento ausente o difuso, yo me esfuerzo por ser más clara, y eso me aleja de mí.”


No lo digo para generar reacción.

Lo digo para marcar un límite conmigo.

Porque justo ahora me doy cuenta de algo aún más profundo:

he cruzado de querer ser comprendida a mendigar comprensión.


Y esa mendicidad tiene un precio:

mi presencia, mi voz, mi sostén interno.


Hoy ya no.

Hoy mi cuerpo dice: he llegado a mi límite.

Hoy digo: es tiempo de reciprocidad, de autogestión, de responsabilidad emocional.


Es hora de separar el grano de la paja.

Y de continuar…contigo, o sin ti.

Pero esta vez, conmigo.



Vilassar de Mar, 21 de Junio de 2025

 
 
 

Comentarios


bottom of page