El arte de no hacer nada y el movimiento que nace del silencio
- silviandreun
- 3 ago
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Cuando aprendes —o más bien recuerdas— el movimiento de “no hacer nada” desde el corazón, algo profundo comienza a transformarse.
Estos días estoy aprendiendo, o mejor dicho, recordando cómo integrar este movimiento que nace en mí. Lejos de significar pasividad o renuncia a lo que me inspira, abrazar el arte de no hacer nada ha sido, para mí, un gran desafío.
Siento cómo emerge un espacio nuevo a mi alrededor… pero no viene de fuera. Brota desde dentro. Es una forma distinta de moverse. Como si las piezas del rompecabezas hubieran encontrado un nuevo orden: más ágil, más certero, más amable y amoroso consigo mismo y con todo lo que le rodea.
El arte de no hacer nada, más allá de la identificación con la “inmovilidad”, es como un campo verde y fértil donde la creatividad encuentra orden, espacio y quietud para emprender su viaje. Es el inicio de una travesía consciente, como la de un barco que zarpa sabiendo hacia dónde va. Así lo expresa Konstantinos Kavafis en Ítaca, recordándonos que la meta que nos impulsa no es más importante que el camino que recorremos:
“Cuando emprendas tu viaje a Ítacapide que el camino sea largo,lleno de aventuras, lleno de experiencias…”
Durante muchos años viví con la sensación de que siempre había una opción para hacer algo, incluso frente a lo irresoluble. Tal vez es el eco de una creencia muy arraigada en nuestra sociedad, orientada más hacia el tener que hacia el ser. Un sistema que nos empuja constantemente a ir a algún lugar, a buscar, a coger, a comprar… a llenar esos vacíos que muchas veces son reflejos de nuestras heridas o de interpretaciones distorsionadas sobre lo que sentimos por dentro.
Hoy siento que estoy mirando la inmovilidad desde otro lugar.
El momento de no hacer nada, más allá de ser una elección consciente, en mi caso trae consigo una escucha activa, abierta, del cuerpo que habito. Lo coloco en un estado de pausa… no como huida, sino como presencia.

Este estado de pausa es, en realidad, un estado de recalibración. Un movimiento orgánico, silencioso y real que surge desde dentro. Es como afinar una antena interna, como si algo en ti comenzara a abrirse camino para reconectar con una señal original. Esa que no grita, pero sí guía. La que te invita a sentir el presente, y al mismo tiempo, te desconecta de todo lo superfluo que te rodea.
Ser consciente del movimiento natural del cuerpo. Ser consciente de que puedes sentir y moverte desde el sentir, dejando en un segundo plano el discurso mental: el “debería”, el “lo que vendrá”, la anticipación, las proyecciones, o las expectativas ajenas que nunca fueron tuyas. Eso… es una liberación.
La escucha del cuerpo. De la respiración. De aquello que te da expansión, coherencia, tranquilidad. Ese orden interno que no necesita explicación, porque trae consigo la certeza de lo correcto para ti.
Es el nuevo orden del movimiento que ahora siento.
Pasé de un orden orquestado desde la mente —donde el director era todo lo que había guardado en mi inconsciente—a un orden guiado por la certeza del corazón.
Un orden en el que todo se detiene cuando te atiendes…y el próximo paso emerge, sin pedir permiso a nadie,y menos aún a la mente.
El corazón sabe.El corazón no pide permiso… se lo da.
Cuando te das el permiso de simplemente ser,todo comienza a ordenarse de otro modo.Y así es…/…
HAUSER - Now We Are Free (Gladiator)
Vilassar de mar, 13 de julio 2025




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