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Una síntesis viva

Libero el control. Confío en que cada uno puede hacerse cargo de su camino.


Hoy desperté con un sueño reparador y una intención clara: escribir para ordenarme.

Cada persona tiene su propio sistema —a veces inconsciente, automático— pero yo me escucho. Y hoy, al hacerlo, percibo una doble demanda de mi cuerpo físico: descanso… y orden.


Orden como limpieza, como el acto de desgranar el grano de la paja.

Escoger lo esencial, lo que realmente quiero conservar.

Dejar ir lo que fue, lo que me ayudó y luego se transformó.


Soltar esa idea que en algún momento construí desde la imaginación, o quizás desde la fantasía, pero que ahora ha tocado tierra.

Se ha desvelado. Ha tomado consciencia.

Ya no se sostiene desde la suposición: emerge un nuevo orden, más anclado, más real.

Uno que nace desde la verdad de la experiencia, no desde una imagen sin raíces.


Para ello, estoy eligiendo conscientemente aquellas partes vitales que me trazaron la línea de vida que me trajo hasta aquí.

Es un acto de gratitud hacia los hechos más significativos, esas líneas de tiempo que ahora reconozco y honro.

Como cuando elegimos las fotos que condensan momentos inolvidables, aquellas que capturan una esencia.


Así, hoy me encuentro en ese gesto de seleccionar partes de mi historia con una mirada amorosa.

Agradecer que las cosas fueron como fueron, porque gracias a ellas soy quien soy.


Siento que este momento es como un acordeón: se abre mi mirada, se expande mi perspectiva para dar lugar a una nueva melodía.

Y al mismo tiempo, se comprime la experiencia para dejar espacio a lo nuevo.

Es un resumen, una síntesis viva de estos 54 años.

Una tierra fértil donde sembrar la vasija que contendrá a la nueva versión de mí.

Una nueva vibración que, desde lo profundo, comienza a mostrarse.


La rapidez con la que percibimos el paso del tiempo a veces nos impide valorar plenamente las partes que fuimos, esas decisiones que tomamos en momentos clave.

Tenemos la tendencia a juzgarlas, a dejarlas ancladas en el camino con un velo de incomprensión, casi como si arrastraran un olor que no queremos volver a percibir… porque nos conecta con decisiones amargas, difíciles.


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Hoy elijo otra mirada.

Hoy elijo transmutar cualquier lazo o atadura a situaciones pasadas —conscientes o inconscientes— que aún contengan desaires o juicios hacia la mujer que fui.

Hoy elijo convertir cada mota de incomprensión en esencia de rosa.

Lo hago con profundo amor, desde la mujer que soy hoy: una mujer que comprende, que siente, que honra.


Porque todo —absolutamente todo— forma parte de la actuación que elegí para completarme y, desde ahí, presentarme al mundo.


Hay un instante en el camino —sutil, silencioso, pero profundamente transformador— en el que algo se asienta dentro de ti.

Una sensación nueva, antigua a la vez.

Ya no te pierdes en el otro.

Ya no necesitas ser vista para sentirte valiosa.


Ahora puedes mirar con honestidad, con presencia, con amor… sin desdibujarte.


Desde ahí, todo cambia.

Te das cuenta de que estás completa.

Que no te falta nada.

Que todo lo que buscabas afuera, ya vive en ti.


Y entonces… la energía fluye.

Tu nueva vasija —esa que nació de tu recorrido, tus heridas y tu sabiduría— comienza a llenarse y a usarse.


La vida se vuelve creación.

Tu compartir brota desde el desborde, no desde la necesidad.


Te sientes más ligera.

Más creativa.

Más inspirada.

Tienes la fuerza y la claridad para tomar decisiones que antes postergabas.

Las cosas se alinean. Las señales llegan. Las puertas se abren.


Y dentro de ti, una gratitud suave lo envuelve todo.

Un gozo sin estridencias.

Una calma viva que te recuerda: ya estás en casa.



Vilassar de mar, de Agosto de 2025

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