El camino de mi verdad: Dando forma a mi expresión
- silviandreun
- 19 ene
- 4 Min. de lectura
Actualizado: 29 ene
Estando conmigo misma y siendo el mar mi mayor aliado, siento la presencia de Itziar. Tras escuchar sus palabras en la que nos explica cómo despliega su sabiduría en este plano me quedo contemplativa y algo en mí, se abre. Aún siento la necesidad, o quizás un eco de ella, de descubrir algo nuevo, algo aún sin nombre que sirva como vehículo para expresar mi verdad. Este anhelo no se trata de buscar fuera lo que no tengo, sino de dirigir mi mirada hacia adentro, hacia darle forma a mi propia luz.
Pienso en Lorena y en sus clases semanales de acompañamiento. Me veo intentando descifrar cómo mi luz encuentra su cauce, cómo mi verdad busca emerger con claridad. Al escuchar a Itziar, noto la solidez y amplitud de su canal, cómo su trazo está claramente definido, y enraizado en la seguridad del ser. Esa visión despierta en mí la llamada de continuar siendo la arquitecta de mi camino, recogiendo cada uno de los trocitos de mí que, dispersos en experiencias, situaciones y vivencias, esperan ser reconocidos e integrados.
No se trata de encontrar una herramienta externa, sino de recordar y reunir esas partes de mí misma que contienen las claves para dar forma a mi expresión. Cada trozo, cada fragmento, es como un pedacito de barro en la construcción de la vasija que soy: un recipiente único que da vida a la expresión de mi verdad.
Moldeando el barro y moldeándome a mí misma
Estas navidades me he regalado algo especial: cuatro sesiones de cerámica al torno. Mi intención es experimentar la sensación de darle forma a algo que, siendo todo en sí mismo, busca expresarse a través de mis manos. Antes de tomar el trozo de barro con el que trabajaré, me preparo. Selecciono la cantidad necesaria... o quizás un poco más, porque estoy en aprendizaje y, como en la vida, necesito del ensayo y el error para permitir que emerja la figura que intuyo pero que aún no conozco del todo.
Es fundamental tener claro si lo que voy a crear será un plato, un vaso o un jarrón. Esa decisión inicial define la dirección de mis manos y la fuerza de mi expresión. A medida que avanzo, es sorprendente sentir cómo, al moldear esa pieza de barro, también voy uniendo partes de mí misma. Trozos dispersos que, al entrelazarse, me permiten desdibujar poco a poco la forma de comunicarme con el mundo.

Este proceso no solo está transformando el barro; también me está transformando a mí.
La confianza en mis manos y en mi visión está creciendo. Conceptos como la vergüenza, la disciplina y la confianza, están tomando un nuevo significado en mi vida, revelando matices que antes no veía.
Una vez más, comprendo cómo el significado que atribuimos a las palabras puede influir profundamente en nuestras percepciones, llegando incluso a distorsionar la claridad de nuestras decisiones.
Transformando la disciplina y la vergüenza
Durante mucho tiempo, viví la disciplina como una lucha, como un constante esfuerzo. Para mí, disciplina significaba constancia y fuerza de voluntad, pero orientadas hacia un camino en resistencia, un trayecto que, en muchas ocasiones, no había elegido conscientemente. Me encontraba siguiendo un rumbo impuesto por algo externo, por expectativas o por esa inercia que nos lleva a caminar sin preguntarnos si el destino realmente nos pertenece.
Para mí la disciplina me llevaba a andar hacia un lugar que no había sido escogido de manera consciente. Si tu no escoges de manera consciente el lugar hacia el cual te quieres dirigir y te dejas arrastrar por el modo observador que tienes alrededor puedes encontrarte como yo que emparejes a la disciplina como algo externo que me fuerza a ir hacia un lugar que no me hace ilusión.
Hoy, sin embargo, estoy transformando esa relación. Comienzo a comprender la disciplina como algo interno, como una herramienta que, en lugar de forzarme, me guía. Ahora la veo como una aliada que me ayuda a esclarecer lo que realmente quiero, a ordenar mis pasos hacia ese punto que he elegido con ilusión, con propósito. Desde este lugar, la disciplina deja de ser una carga y se convierte en una luz: ligera, clara, que me sostiene y me impulsa.
Por otro lado, la vergüenza es otra palabra que está transformando su significado en mi vida. Siempre la relacioné con la incomodidad de exponerme, como si cada vez que quería expresar mi verdad tuviera que ir a buscarla a un lugar tan profundo que me hacía ruborizar. Era una sensación de indignidad, como si no mereciera ese espacio para compartir lo que soy.
Pero hay una vergüenza aún más pesada: la de no permitirme caer, la de no darme el derecho a cometer errores. Esa vergüenza me esclavizaba, me detenía, porque me impedía emprender nuevos caminos por miedo al fracaso. Sin embargo, ahora veo que el error está intrínsecamente ligado a la valentía. Es en el ensayo, en la repetición y en el aprendizaje donde se perfila la manera en que quiero avanzar.
Recientemente, gracias al trabajo que me compartió Eva M, comprendí aún más sobre mi relación con la vergüenza y el error. Descubrí un trozo de mi esencia, un fragmento de una de mis vidas pasadas que se presentó para integrar una parte de mí que había quedado congelada. En esa vida, mi valentía se heló tras morir sola, atrapada en el error de haber caído sin que nadie me rescatara. Sentí el abandono profundamente, y desde entonces, esa herida había bloqueado mi capacidad de arriesgarme.
Abrid bien los ojos, porque las señales están en todas partes, esperando a ser vistas y recogidas como regalos para avanzar en nuestro camino.
¿Qué parte de ti está esperando ser integrada para dar forma a tu verdad?
Vilassar de mar, 18 de Enero 2025




Comentarios