top of page

La alegría implosionada

Hoy ha sido la primera vez que realmente me he detenido en esta palabra: implosionar. Y no desde la tristeza —que tantas veces he contenido por no encontrar espacio para explicarla, sentirla o compartirla—,sino desde la alegría.


He vivido muchas veces implosionando la tristeza, controlando mis emociones para no incomodar, para no mostrar demasiado, para no recibir ese juicio externo que aprendí a obedecer… y que acabó transformándose en un hábito de represión interna.

Una especie de control disfrazado de fuerza.


Pero hoy se me ha abierto un espacio nuevo:

¿Es posible que también haya implosionado mi alegría?



ree

Y me asombro. Y agradezco poderlo observar.


Porque…

¿Cuántas veces he vivido la felicidad en voz baja?

¿Con la sonrisa contenida?

¿Celebrando sin hacer mucho ruido, como si temiera despertar algo oscuro si me permitía gozar demasiado?


Quizás, como tantas otras, he aprendido eso de mi entorno.

De esos lugares donde la alegría no se mostraba con libertad.

Donde la risa fuerte era exageración.

Donde el baile espontáneo parecía inmaduro.

Donde la plenitud era sospechosa.

Donde alguien decía con seriedad: “Demasiada calma no puede ser buena.”


Y más allá de esta vida, quizás también hay memorias que susurran con miedo:

“Después del gozo, vino la caída” “Después del éxito, la pérdida” “Mejor no brilles demasiado”

Entonces me adapté.

Me entrené en vivir con alegría moderada, medida, segura.

Con la boca pequeña. Por si acaso.


Y sin darme cuenta, también ahí apareció el control.

No para protegerme del dolor…sino para protegerme de perder algo hermoso.

Como si el alma temiera desbordarse de dicha, por miedo a que el universo no la sostuviera.

Pero…

¿y si esa creencia ya no me pertenece?

¿Y si ahora sí es seguro gozar, reír, sentir sin miedo?

¿Y si vivir con alegría plena no fuera una provocación, sino una ofrenda?

¿Un acto de confianza sagrada?


Hoy me reconcilio con esta posibilidad.

La alegría no necesita permiso.

No es un lujo. No es una trampa.

Es vida expandiéndose.


Y quizás, solo quizás,

cuando me dejo ser feliz sin culpa,

estoy reparando en mí

y en todas las que antes no pudieron.


Gracias de corazón a @nadiaameller, cuya presencia y sabiduría despertaron en mí esta pregunta luminosa:


¿También puedo haber implosionado la alegría?

Sí. Y hoy elijo abrazarla.



Vilassar de mar, 8 de Junio de 2025

 
 
 

Comentarios


bottom of page