La llave maestra
- silviandreun
- 1 abr 2024
- 4 Min. de lectura
Rodeada de almendros, pinos y mimosas, finalmente comprendo por qué estoy aquí hoy. El majestuoso almendro justo frente al porche de esta maravillosa casa típica de la zona, que hemos alquilado para alejarnos del ajetreo y el bullicio de nuestra vida cotidiana, es lo primero que percibo al llegar.
Siento que estoy sumergida en una nueva frecuencia. Tener una intención clara es fundamental para luego ver en mi entorno aquello que ya está ordenado en mí. Primero lo aclaro dentro de mí para luego verlo reflejado afuera. Hoy, verdaderamente, he comenzado a practicar este ejercicio de una manera plenamente consciente, tanto con las personas que me rodean como con las plantas, con la disposición de lo material y hasta la organización de la mesa. Es como si observara el orden en el que todo se mueve en relación con mi orden interno, a ese orden basado en la cordialidad, la cooperación, el sentido de pertenencia y en dar a cada uno su lugar, en el reconocimiento mutuo entre nosotros. En un momento en el que percibo y siento que nada es casual, donde encuentro significado en todo lo que me rodea, experimento una mayor coherencia dentro de mí.
Más que nunca, puedo verme a mí misma y al mundo exterior como parte de un majestuoso hilo de cocreación. Es uno de esos momentos en los que percibes e integras lo que durante mucho tiempo ha estado latente en tu mente, y de repente, las piezas encajan, llevándote a una profunda sensación de relajación interior. Como si algo se aclarara después de una comprensión profunda, brota la belleza, la seguridad y la majestuosidad.
Sí, todo lo que veo es una interpretación de lo que siento, filtrado como si fuera a través de un tamiz por el que discurre toda mi experiencia, todo lo que ha quedado atrapado, no resuelto, no gestionado, está ahí atorado a la espera de ser constantemente visto y así poder llegar a ser transformado. A medida que mi experiencia discurre a través de este tamiz toma notas de las “incomodidades” aún por resolver actuando sobre la experiencia actual.
Ahora siento con claridad que la clave radica en encontrar mi centro. Una vez que me coloco y experimento la majestuosidad en mi interior, la manera en que percibo lo que me rodea cambia. Es un proceso simple y a la vez complicado, el camino para alcanzar este estado en el que me encuentro hoy. Solo puedo expresar gratitud por el camino que me ha llevado a esta comprensión.
Me planteo una pregunta: al ser yo la única responsable de lo que sucede y al tomar conciencia de ello, ¿qué les sucede a los demás que están a mi alrededor? Mi energía expansiva debe afectarles de alguna manera, llevándolos a movimientos que quizás les resulten incomprensibles. Sin embargo, si están presentes, es porque su momento de comprender, de decidir si se unen a la ola expansiva o no, ha llegado.
Lo que está claro es que, detrás de esta comprensión, experimento un aumento en mi frecuencia vibracional y accedo a niveles más elevados de entendimiento y comprensión, lo que me lleva hacia la luz, la libertad y la relajación.
Cada elemento que observo parece estar impregnado de un significado profundo, conectado directamente a mi corazón.
Al investigar en internet, descubro que la mimosa simboliza la magnificencia, la elegancia, la ternura y el mensaje de amistad más puro.

El almendro representa la belleza y la inteligencia, con su significado de "el despertar" en hebreo. Es un árbol valiente que florece incluso en épocas de posibles heladas, resistiendo temperaturas extremas. Por su parte, los pinos llevan energías positivas a los hogares y simbolizan la vida eterna. Las dos hamacas juntas, mirando hacia la mimosa, transmiten una sensación de armonía y compañerismo. La mesa de madera antigua y robusta, rodeada de numerosas sillas, sugiere cordialidad y unión entre aquellos que se reúnen a su alrededor.
Al contemplar la imagen que representa mi masculino, percibo una sensación de desorientación. Reconozco su presencia, la acepto y la comprendo como una manifestación de mi energía masculina, que hasta ahora ha estado desvinculada y se ha movido en solitario, incapaz de conectarse plenamente con la energía femenina en igualdad. En mi reside tanto la energía femenina como la masculina, y estamos en proceso de encontrar la manera de complementarnos mutuamente para crear algo más grande. Hemos comprendido, por fin, que ninguna energía es superior a la otra, y que el verdadero viaje radica en reconocer y aceptar quiénes somos realmente.
Este proceso de autoconocimiento es un descubrimiento extraordinario, en el que a través de las señales que me rodean puedo conocerme un poquito más. Establecer los fundamentos del entendimiento es equivalente a mantener coherencia con los valores internos, tales como la equidad, la justicia, el amor, la visión y el respeto por las necesidades propias y ajenas. Al fijar la intención de cómo deseamos que se desarrollen las situaciones, es como hablar del orden interno en el que todo tiene un sentido y un ritmo armónico.
Cuando percibo alguna discordancia en mi entorno, elijo retirarme y buscar mi paz interior para luego reintegrarme al mundo desde una nueva perspectiva. Es como si estuviera activando el botón de reproducción de la película que deseo presenciar; dependiendo de mi equilibrio interno, selecciono la película inconscientemente que debo ver para identificar y reordenar lo que necesito. A medida que detectamos y organizamos estos aspectos, nos sentimos más ligeros y nos movemos con mayor facilidad, elevando nuestra vibración y encontrando mayor equilibrio en nuestro entorno.
Comprender esto como el fundamento de mi crecimiento personal siento que es uno de los aprendizajes más importantes que experimento ahora. En todo momento, poseo la llave de la creación, ya que esta reside dentro de mí. Esto conlleva una enorme responsabilidad, pero al mismo tiempo, una profunda relajación, pues ahora entiendo que no existe ningún lugar al que deba dirigirme ni nadie que deba conocer, sencillamente…nada que hacer. Todo el universo existe en mí y se experimenta a través de mí en cada una de las formas que me rodean. Es fascinante y embriagador al mismo tiempo.
Después de esbozar una sonrisa en mi rostro, veo a la niña de 7 años entre los pinos, observándome como si el tiempo lineal no hubiera transcurrido. Bienvenida querida niña.




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