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La Reina del control que habita en mi

Reconozco que el control ha tenido un papel dominante en mi vida. Mas allá de las implicaciones sistémicas que sí tienen cabida en mi reflexión, lo identifico como uno de los legados familiares con los que dialogo con regularidad, y que son parte esencial de la danza entre quien fui y quien deseo ser.


Me doy cuenta de que he estado huyendo de él, incluso etiquetándolo como algo “negativo”. De igual modo, en mi camino hacia la experimentación de la polaridad opuesta, me he dado de frente con lo que pensaba que era la flexibilidad llegando a interpretar que ésta iba, tal vez de la mano, con el no orden o el desorden… ¿es lo mismo…?

El tomar responsabilidad por las decisiones y acciones es la parte del control sano. He aprendido que este control no es rígido, sino que se basa en una autoconciencia que me permite responder de manera adaptativa a diferentes situaciones.


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En la asociación que se produce en mi foro interno entre el control, la rigidez y el orden…se produce la huida hacia la supuesta flexibilidad como válvula de escape. Esta precipitación ha estado distorsionando hasta ahora mi enfoque ya que todas ellas han estado vinculadas y un tanto castigadas, responsabilizándolas con la falta la intención subyacente esa que guía y dirige el rumbo de mis acciones.

Siendo así, me doy cuenta de que esta falta de información ponía por delante la flexibilidad como algo “bueno”, desalojando al posible orden en el incesante baile entre la flexibilidad y la rigidez.


La flexibilidad permite la adaptación y el crecimiento personal mientras que el control ayuda a mantener un enfoque y dirección en la vida. Al alejarme del control me he dado de bruces con lo que supuestamente creía que era la flexibilidad identificándola como la “bomba” de “buena” y apartándome así exageradamente del control y por ende de ese orden que me ayuda a comprimir la información y a encontrar mi ritmo hacia la expansión de mi ser.  Confundí la flexibilidad con el “ir haciendo sobre la marcha” en la versión desordenada que me ralentizaba y en lugar de empoderarme me despistaba.

La consecuente fuga de energía me llevó a una falta de acción clara. En nuestras vidas, aunque intentemos vivirlas con una intención clara de hacia dónde queremos ir y cómo querer hacerlo, necesitamos atestiguarla, necesitamos clarificarlas para revisar esos contratos, esos pactos con nosotros mismos o bien con otros, para redefinir las acciones que sentimos que necesitamos llevar a cabo para llegar a nuestras metas o nuestros sueños.


No es fácil encontrar la claridad ante tal acontecimiento, aunque percibo que estar en el camino del esclarecimiento de tal punto me hace avanzar de manera coherente. Esto me trae luz, paz y el reequilibrio de la serenidad que me recalibra con quien verdaderamente siento que soy. Mi interpretación del sentido de la flexibilidad sin control me ha hecho sentirme sin enfoque claro, produciéndome por momentos un embrollo mental más consistente del que ya tiendo a experimentar.

La flexibilidad y el control son habilidades esenciales que deben equilibrarse para evitar caer en la rigidez y mantener un orden que no limite nuestra capacidad de adaptación. El orden actúa en mí como un punto de equilibrio entre la necesidad de control y la capacidad de ser flexible. Un entorno ordenado me da la base sólida desde la cual tengo la capacidad de moverme a una velocidad mayor, esa que me pide el cuerpo para aventurarme a los nuevos escenarios llenos de un sinfín de posibilidades que se abren ante mí. 


Transitar entre estos conceptos está siendo clarificador y siento cómo algo se está recolocando en mi interior, sanando así otra capa más de lo que supuestamente creía que era mi identidad.

 
 
 

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