Liberándose de la Distorsión: El Despertar del Verdadero Ser
- silviandreun
- 17 ene
- 2 Min. de lectura
Quien me conoce sabe cuánto reflexiono sobre cómo vivir la vida.
En los últimos años, mi interés en este tema ha crecido a medida que he tenido nuevas experiencias y he adquirido información que me ha proporcionado entendimientos fascinantes sobre mí misma y sobre por qué interpretaba la vida de una determinada manera.
Durante la última década, he experimentado diversas transformaciones personales que me han llevado a encontrar la capacidad de discernimiento que tengo hoy. Al mirar mi trayectoria, admiro cómo la constancia, la resiliencia y la perseverancia me han conducido a descubrir caminos que, en forma y contenido, distan mucho de los que imaginé en mi juventud.
Las interpretaciones y las asunciones que hacemos durante la infancia pueden marcar nuestras vidas, y, con suerte, en algún momento de nuestra experiencia, despertamos al permitir que una nueva idea germine en nuestro interior. Esta nueva posibilidad se convierte en la llave de un nuevo camino, que, al poner en duda la forma en que experimentamos los sucesos, nos ofrece la oportunidad de dar luz a todo el entramado de nudos que, consciente o inconscientemente, se han ido acumulando durante el transitar de nuestra vida.
Me he dado cuenta de que, víctima de mi propia distorsión, he tendido a forzar y empujar, rozando tal vez la manipulación, para crear una realidad ilusoria que consolidara las asunciones que hice en su momento. Como en un espejismo, donde la luz cambia de un medio a otro con diferente densidad y se produce un efecto óptico, lo que interpretamos de lo que vemos o sentimos en edades en que aún no tenemos la madurez para discernir con claridad altera nuestra capacidad de movimiento, dificultando nuestra habilidad para adoptar una posición de mero observador.
Tras la supuesta empatía con la que creía moverme, y siendo la actriz de mi propia representación, pasé por alto los detalles. La sutileza de los detalles que experimentamos en la vida cotidiana, y aquellos que podemos detectar, nos ofrece indicios sobre aspectos de nosotros mismos que requieren atención. Otra cuestión es si estamos dispuestos a afrontar ese trabajo, ese gesto, o ese diálogo para que lo fenomenológico tome lugar, y, como en las constelaciones, se nos presenten escenarios que debemos estar dispuestos a tratar. No siempre estamos preparados para mirar, ya que no sabemos con qué nos vamos a encontrar. Es un trabajo constante de autogestión y de voluntad para abordarlo, ya que somos maestros del autosabotaje, con tendencia a ocultar cualquier indicio de incomodidad, atrapados en la pereza o en el bucle de una sociedad tan densificada como la actual.
La empatía mal interpretada, esa que alimenta al ego, esa que puede oler a superioridad, esa que puede llevarnos a perdernos en un jardín donde incapacitemos a quien pretendemos ayudar. Detrás de la intención de salvar al otro, a menudo se esconde nuestra propia incapacidad para reconocer nuestras inseguridades.
¿Quiénes somos nosotros para subestimar al otro, creyendo que no tiene la fuerza o la voluntad para lograrlo por sí mismo? Al incapacitar al otro, en realidad, nos estamos incapacitando a nosotros mismos.
Vilassar de mar, Enero 2025










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