Ver con nuevos ojos
- silviandreun
- 19 ago 2024
- 4 Min. de lectura
Marcel Proust ya lo expresó en su cita: "El verdadero viaje del descubrimiento no consiste en buscar nuevas tierras, sino en ver con nuevos ojos". Esta frase recoge la simplicidad del mensaje y nos ofrece la llave maestra a la grandeza que somos.
Al mirar a través de la cristalera de la terraza, contemplo el oleaje del maravilloso mar. Hoy, la lluvia ha ahuyentado a los posibles bañistas de la costa de este encantador pueblo. Vivir cerca del mar siempre fue uno de mis sueños, y me siento privilegiada por haber hecho realidad esa idea que me ha perseguido durante los últimos años.
Una de las preguntas que acuden sistemáticamente a mi mente es: ¿Qué debe suceder para que hagamos aquello que realmente queremos? Y si sabemos lo que queremos, ¿hasta cuándo debemos esperar el momento oportuno?
A menudo, nos llenamos de excusas que nos llevan a desatender lo que es prioritario. No siempre es fácil contar con los recursos o la valentía para diseccionar cada parte de nuestra vida y revalidar los contratos que nos atan a la forma en que la vivimos. Muchas veces, simplemente nos dejamos llevar por el día a día, atrapados en una rueda que gira, estemos de acuerdo con ella o no, especialmente en la densidad de la ciudad, donde la frenética necesidad del hacer nos sumerge en la rueda del hámster.
Siento que ha llegado el momento de revisar esos contratos, esos acuerdos que he ido construyendo a lo largo de mi vida, como una estructura de Tetris. Tomar la responsabilidad con madurez y respeto hacia mi persona es indispensable para que nazca el impulso del siguiente paso. Emerge un movimiento alineado con la necesidad de revisar los acuerdos tomados, deliberadamente o no, en mi vida, con el fin de volver a seleccionar, desde el inicio y con un buen amor hacia mí misma, todo aquello que me merece, me satisface, me da libertad, me llena de más serenidad y converge en mi camino de plenitud.
¿El objetivo? Crear de manera más consciente la realidad en la que deseo seguir disfrutando mi vida.

Muchas veces he reflexionado sobre la supuesta complejidad en la que estamos inmersos en este juego de la vida y ahora, de una manera más simple y ligera, interpreto desde otra profundidad el sentido de la vida. Así, veo que todo es mucho más sencillo de lo que nos habían explicado y de lo que nosotros mismos hemos creído e interpretado. Si somos lo suficientemente delicados y detallistas al escudriñar el mundo que nos rodea, podemos encontrar muchas pistas sobre lo que nos sucede. Si partimos de la base de que somos los creadores de nuestra realidad, será nuestra elección interpretar o no lo que estamos observando, dándole un significado consciente y, por lo tanto, integrando esos aspectos que quizás quedaron pendientes y que emergen como las luces de un semáforo que espera ser vista.
Por otro lado, complementando la idea anterior, si el ojo ve lo que la mente entiende, es normal, en mi sentir, la sensación de no saber nada ante la locura de tal escenario. Esto me impulsa a seguir aprendiendo de otras personas y de otras maneras de interpretación, con el fin de integrar nuevas fórmulas, visiones , lenguajes, códigos o experiencias. Estas me brindan claridad y me permiten amplificar mi capacidad de discernimiento, identificando lo que es correcto para mí y descartando lo que no lo es. Me refiero a lo que veo, razono y siento en coherencia con los valores que soy en la actualidad, los cuales he ido complementando y afinando a lo largo de mi experiencia.
Valores como la empatía, la cooperación, la coordinación, el respeto, la escucha, la amabilidad, la gratitud, la tolerancia, la generosidad y el honrarnos mutuamente; el vernos, reconocernos y cultivar la voluntad de entendernos, reconociendo la importancia y el lugar de cada uno de nosotros en esta vida que hemos decidido vivir.
Escoger este camino nos lleva a sentir la fuerza que emerge y nos invade cuando descubrimos nuestra capacidad de amar.
¿Qué es lo que nos hace descubrirnos?
Las resonancias de nuestras frecuencias hacen que nos acerquemos y compartamos, desde la cotidianidad, nuestra vida con quienes nos rodean. A mi parecer, estar presentes y compartir nuestras experiencias, enriqueciéndonos con la perspectiva del otro, nos permite construir algo distinto, algo mayor que la suma de nuestras individualidades. Estas experiencias no siempre son sencillas; de hecho, los expertos afirman que solemos aprender más de aquellos desafíos que nos plantean grandes retos, pues a través de ellos nos transformamos en seres con una visión más amplia y un corazón más pleno.

Desde la humildad que hoy puedo apreciar y sentir, comparto en este post mi interpretación para aquellos, que como yo, se aventuran a ver más allá de sus estructuras y de las supuestas limitaciones. He comprendido que la manera en que experimento mi vida depende exclusivamente de mí. Por ello, dedico muchos momentos a la introspección, recogiendo y valorando los puntos en los que me he podido perder, consecuencia de un piloto automático puramente mental que me arrastra por los recovecos de creencias, patrones y teorías sobre lo que debería ser correcto según los sistemas en los que cohabito.
Detenerme, respirar, y desde ese punto, revisar las hiladas, recoger el hilo y continuar tejiendo, ajustando el rumbo o emprendiendo uno nuevo que se abre ante mí. Confío en que el camino correcto se revelará con la claridad necesaria para llevarme a mi mejor versión, guiada por esas señales, como las luces en los aeropuertos que indican la dirección correcta a seguir.
Estoy convencida de mi capacidad para descubrir toda la grandeza que la vida nos ofrece. Como dice William James, sentirnos capaces de lograr algo nos llevará a conseguirlo. Así lo refleja en esta cita: "Él pájaro no canta porque es feliz; es feliz porque canta.”
Feliz Verano¡




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